jueves, 13 de septiembre de 2007

“UNA MUJER LLENA DE POESÍA EN LA CIUDAD DEL ARTE” entrevista a la poeta Florencia Walfisch


Por: Paulina Conde


Buenos Aires es una ciudad llena de arte, con facilidad de opciones para disfrutar de un buen día lleno de cultura y espectáculos diversos. Si de poesía se trata, un lugar mágico es “Fredo” librería, uno de los tantos espacios culturales de esta cosmopolita ciudad. En “Fredo” todos los jueves puedes escuchar poesía, una poesía que no tiene nacionalidad, que no tiene fronteras.

Dentro de este movimiento de poesía hay una mujer que hace posible que jueves tras jueves el público pueda deleitarse con la poesía que ahí se lee. Hablo de Florencia Walfisch, una mujer apasionada por la poesía y la literatura. Su formación artística incluye diferentes disciplinas visuales y teatrales, además de su quehacer poético reflejado en una abundante obra que en su mayor parte permanece inédita.
Florencia Walfisch, nació en 1970 y es originaria de Buenos Aires, Argentina. Ha realizado muestras individuales y ha participado en exposiciones colectivas, salones y trabajos interdisciplinarios. Trabaja en propuestas visuales ligadas al arte textil, donde conjuga la expresión plástica y escrita.
En el año de 1996 estuvo en México, participó en cursos y talleres de artes plásticas impartidos en Guanajuato y Oaxaca. Fue estando en nuestro País que conoce la poesía de Jaime Sabines. Ocho años después su libro “Sopa de Ajo y Mezcal” recibió el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.
Con la sonrisa y alegría que le caracteriza, Florencia nos abrió su corazón y habló de su encuentro con la poesía, con Sabines, con México.


Paulina Conde: ¿Qué es para ti la poesía mexicana?


Florencia Walfisch: Es muchas cosas, en términos generales me parece que tiene como una impronta que le es muy propia, una riqueza de lenguaje, o una manera de encausarse como poesía, a veces es difícil dar cuenta de lo que uno como lector vivencia y poder transmitirlo, pero en línea general lo que yo pienso es que tiene una exuberancia muchas veces de lenguaje, como un reflejo del algo que es muy propio de México. Yo conozco a México y quiero muchísimo a México, no se si para un lector que no conoce a México sería lo mismo, supongo que sí.


P.C: ¿Cómo fue tú encuentro con Sabines?


F.W: Hace muchos años. Fue un deslumbramiento la primera vez que leí textos de Sabines. Por hacer un elipses pasar de Sabines, al último deslumbramiento de haber tenido la fortuna el último día que estuve en Oaxaca, haber presenciado una lectura de Natalia Toledo y Rocío González que me deslumbraron profundamente, y Sabines también y tantos otros.


P.C: ¿El premio Internacional Jaime Sabines fue importante para tú poesía?


F.W: Me gane el premio en 2004 y fue un hito en muchos sentidos, y apenas me voy dando cuenta en que tantos sentidos lo fue. En lo personal fue un reencuentro con México, porque los textos que yo envié al concurso, al cual sin duda no hubiera enviado si no hubiera tenido conocimiento de la poesía de Sabines y un deslumbramiento, si no hubiera estado el nombre de Sabines, seguramente no lo hubiese enviado.


P.C: El premio lo ganas, con “Sopa de Ajo y de Mezcal”.


F.W: Sí. Mi recorrido por mucho tiempo en la escritura fue un lugar absolutamente privado, el primer gesto hacia fuera que yo hago, es enviar esos textos a México, por los cuales primero me tuve que reencontrar, porque yo los había escrito en su mayoría siete años antes estando en México. Ese premio significó muchas cosas, ese libro significó como un reencuentro, como una reubicación de lo que era la escritura para mí. Ganarlo fue como algo increíble y a la vez me permitió volver a México. Por otro lado, hay una cosa que yo me di cuenta, que era como bautismal, a su vez ese libro, era el primer libro que yo tengo publicado y que hasta ahora es el único que tengo publicado.


P.C: ¿Qué va a descubrir el lector en este libro?


F.W: Va a encontrar mi Oaxaca como mi vivencia. Es un libro que yo escribí estando en México. Creo que es un libro que habla de un viaje interno en un punto exterior que esta contextualizado en un exterior que en ese momento está Oaxaca. En un sentido también podría decirse que es un libro de amor.


P.C: ¿Qué te llevo a escribir de Oaxaca?


F.W: Yo adoré Oaxaca. Esa vivencia fantástica. Hice amigos. La impronta de México, lo que México transmite, para mi fue un viaje importantísimo y el libro da cuenta de esa estancia en Oaxaca, y a la vez no es un libro regional de Oaxaca, en el sentido de que no hay una descripción de personajes o realidad oaxaqueña, si no que es una mujer que transita un determinado tiempo en Oaxaca.


P.C: ¿Crees importante entrelazar la poesía mexicana con la argentina?


F.W: Yo creo que puede ser un hermoso puente de comunicación entre la poesía argentina y mexicana, una bella instancia de poder intercambiar, traficar textos, lecturas, dar a conocer. Inclusive poder discutir acá poetas mexicanos, quizá más contemporáneos que no son tan conocidos y a la vez retomar los que tiene más trayectoria. Así mismo poder acercar a poetas argentinos o al público argentino a esa instancia de la poesía, como una ida y vuelta de las dos nacionalidades.


P.C: ¿Podrías leer un fragmento de “Sopa de Ajo y de Mezcal”?


F.W: “Ella lo ve desnudo en el centro. Hablaron de vientos y animales de pueblo. Un viento como arena y mar. Un mar como caracoles y caballos. El corazón de él cabalga sin tocarla. Pero luego. Quizás. A su manera. Todo eso es lo que vio entonces. Hace tanto y hace ahora. La noche avanza como lo carros. Sus ojos; el aire limpio como después de la lluvia”.


Buenos Aires, Argentina. Septiembre 2007.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Ignacio Martín


BANDERA*

No soy más que un pedazo de tela,
simbólico en esencia;no siento, no vivo, no padezco;
no me hagan importante,
no más que un ser humano…

Déjenme disentir;
dejen que me disientan;
sólo así podré ser…

Nada me va a ofender,
nadie,
si de mí están seguros;
de otra manera,
impuesta,
simplemente no existo…

Nada me da sentido
si un solo corazón me siente ajena.
______________________________

TESTAMENTO*

Que me convierta en polvo
y sea un buen polvo.

Que mi recuerdo sea más o menos yo.

Que no me duela a mí,
-que no les duela-
dividir mis cenizas:
allá en el Tormes
y acá en el Malecón
de Veracruz;
si no se puede, el Lago de Chapultepec.

Nada de cementerios, eso sí.

Que alguien recite la "Elegía"
y se escuche a Sinatra y su "My Way".

Desde luego
y sobre todo,
que no ocurra mañana,
que pase mucho tiempo,
por favor.Y que Sabina me le ponga música
si esto pudiera ser una canción.
________________________________
*Ignacio Martín es filólogo. Aunque nació en Salamanca, España, es mexicano de corazón y de nacionalidad. Su poesía es como un barco anclado en un puerto, de aquí y de allá.